La delgada línea de la publicidad en redes sociales: un reto para los ‘Influencers’ y la Ley de Protección al Consumidor

En un mundo donde las redes sociales se han convertido en el escaparate predilecto para marcas y creadores de contenido, la frontera entre contenido genuino y publicidad se ha desdibujado, dejando en evidencia una preocupante tendencia: siete de cada diez ‘influencers’ españoles están incumpliendo la legislación de publicidad y de protección al consumidor. Este dato, revelado por la Dirección General de Consumo, pone de manifiesto una realidad digital donde la publicidad se camufla hábilmente en el día a día de los feeds de millones de usuarios.

La investigación, que arrojó luz sobre prácticas comerciales desleales en plataformas como Instagram y TikTok, concluyó que una mayoría significativa de ‘influencers’ no señaliza de manera adecuada el contenido publicitario, desatendiendo así las directrices que buscan garantizar la transparencia y el derecho de los consumidores a una información clara y veraz. A pesar de los alarmantes resultados, las autoridades de Consumo han optado, por ahora, por no imponer sanciones, priorizando un enfoque pedagógico que busca educar y corregir estas prácticas indebidas.

Este escenario no solo cuestiona la ética detrás de ciertas estrategias de marketing digital sino que también subraya el desafío que representa para los reguladores el mantenerse a la par de las dinámicas siempre cambiantes del mundo online. La falta de etiquetas claras que distingan el contenido patrocinado del orgánico no solo confunde al consumidor, sino que pone en jaque la credibilidad del ecosistema digital como un todo.

España en camino de endurecer la Ley

Ante este contexto, el gobierno español no se queda de brazos cruzados. Se encuentra en las etapas finales de elaborar un Real Decreto,  cuyo borrador ya se encuentra disponible, que busca regular con mayor precisión la actividad de los ‘influencers’, estableciendo criterios más estrictos para definir qué constituye un «usuario de especial relevancia». Hasta ahora, ciertas obligaciones ya aprobadas aún no han entrado en vigor a la espera de que se concrete esta definición.

La medida, aunque bienintencionada, ha generado debate en cuanto a su efectividad y alcance, evidenciando la complejidad de legislar sobre un terreno tan volátil y diverso como lo son las redes sociales.

En contraste con la percepción de que estas prácticas publicitarias pueden ser intrusivamente efectivas, voces dentro de la industria del marketing digital argumentan que la transparencia no necesariamente disminuye la efectividad de las campañas. En un giro paradójico, la pandemia ha revelado una mayor aceptación y apetito por parte de los consumidores hacia el contenido patrocinado, siempre y cuando este sea presentado de manera auténtica y transparente.

La realidad es que nos encontramos en un punto de inflexión en el que la regulación, la educación y la ética deben converger para garantizar un entorno digital justo y transparente. Mientras los reguladores buscan afianzar las bases legales que protejan al consumidor, los ‘influencers’ y las marcas tienen la responsabilidad de adaptarse y abrazar prácticas que fomenten una mayor claridad. En este equilibrio entre innovación y protección, el futuro del marketing digital se juega su credibilidad y su capacidad de generar valor de manera sostenible y respetuosa.