Muchos padres creen que frente a un divorcio sus hijos sufrirán. ¿Mito o realidad?

Ni tanto, ni tan poco. Los hijos sufren cuando hay tensión, agresividad, peleas o indiferencia entre sus padres; más allá que estén casados o no; vivan juntos o separados.

Evidentemente que un divorcio implica transitar por un tiempo de duelo, cambios e incertidumbre para los adultos y muchas veces estas emociones se transmiten al resto de la familia.

La tarea de los adultos es resolver esta nueva situación de la manera más saludable posible y transmitiendo a sus hijos que la vida en pareja es posible y ayudarlos a entender que aunque ésta no haya funcionado, no quiere decir que ellos no puedan encontrar una feliz. La tarea de los hijos es crecer sin que el conflicto entre los padres los detenga en su desarrollo.

La pregunta que deberíamos hacernos es si es posible minimizar los efectos del divorcio de los adultos en sus hijos. Sí, he remarcado el divorcio de los adultos, porque quienes ponen fin a su vínculo son los progenitores entre ellos como pareja, no con la familia o con sus hijos.

En muchas ocasiones he tenido que hacer esta reflexión con personas involucradas en una mediación de divorcio; les he preguntado de quién creían que se estaban divorciando y he puesto sobre la mesa la foto de saber que algún día, ellos, serán los abuelos de los mismos nietos.

Participar de un proceso de mediación de divorcio ayuda a las personas a pensar en un acuerdo posible y “a medida” para su familia, de forma ágil y acompañados por el mediador en el proceso y por los abogados de parte asesorando en el mismo, tanto en el principio como en el momento de la redacción de los acuerdos.

El distinguir que en un proceso de mediación de divorcio hay un porcentaje del tiempo que se dedicará a los temas relacionados con la disolución del matrimonio, y otro porcentaje, mucho mayor, del proceso será el ayudarlos a reconstruir la familia, es algo que sorprende a muchas personas todavía. El trabajo del mediador es ayudar a reconstruir una familia donde los padres ejerzan de padres y los hijos de hijos. Los conflictos que no se resuelven bien provocan confusión y estancamiento en el crecimiento de los miembros de la familia.

Creo que es fundamental entender y dar a conocer que los progenitores no se divorcian de sus hijos, y que el trabajo de duelo en un proceso de separación implica (re)conocer al otro/a como el padre/madre de mis (nuestros) hijos.

Re- conocer como el hecho y la posibilidad de volver a conocer al otro como alguien con quien se desarrollará un vínculo diferente al presente, ya que deberán hablar, cuestionarse, resolver y decidir sobre la educación y cuidados de sus hijos toda la vida.

Dejar de ver al otro como el/la (ex) pareja y comenzar a verlo como el “socio” en la crianza y acompañamiento de la vida de unos hijos en común, implica el desafío de dejar de ser pareja y seguir siendo familia.

Tarea difícil pero posible, y sobre todo preventiva y saludable para los seres que ellos mas quieren, sus hijos.

Javier Wilhelm Wainsztein

Psicólogo y Mediador

Director del Master en Mediación Profesional de la Universidad Pompeu Fabra